1
A ti rezaré, oh Dios,
Tu eres mi ayuda; no me abandones,
Porque si no me contestas,
Seré igual los que los pecadores cuando van al sepulcro.
2
Escucha la voz de mis plegarias cuando te llaman,
cuando elevo mis manos hacia tu santuario.
3
No me envíes la lado de los pecadores
y con los mismos malvados,
los cuales hablan paz con sus hermanos,
pero la crueldad vive en su corazón.
4
Dales lo merecido conforme a su obra
y acorde a la maldad de sus hechos;
y lo conforme a la obra de sus manos;
dales lo que se merecen.
5
Ellos no reconocen tu poder Señor
Ni la acción de sus manos,
Por eso les darás lo merecido.
6
Alabado sea Dios,
que escucha mis plegarias.
7
Dios es mi fuerza y mi protector;
mi alma confía en el, y me auxilia,
por lo que mi corazón está lleno de júbilo,
y con mi oraciones le aclamaré.
8
Dios es la energía que mueve a su pueblo,
y el hogar de nuestro salvador está consagrado .
9
Socorrer a tu pueblo y santifica a tu tierra;
ayúdales y enorgullecerte para la eternidad.
Plegaria pidiendo ayuda, y alabanza por la respuesta
Solamente la presencia de Dios en nuestras vidas puede ser un verdadero regocijo. El Rey David estaba consciente de ello cuando compuso el Salmo 28, en el cual clama por ayuda y, a la vez, alaba al Señor por su respuesta, ya que Dios siempre presta atención a nuestras peticiones.
David compara en este Salmo 28 a Dios con una Roca, porque Dios verdaderamente tiene un poder avasallante, como ningún humano jamás podrá tenerlo. Por ello, David dice: “Roca mía, no te desentiendas de mí, para que no sea yo, dejándome tú, semejante a los que descienden al sepulcro”.
El Rey David tenía toda la certeza de que una vida sin Dios es como estar en la muerte. Únicamente en Dios hay vida. David lo sabía y en este Salmo 28 ruega para que Dios escuche su voz cada vez que sus clamores se hagan presentes.
A quienes obran con mal el Señor no tiene nada bueno deparado, ya que cada quien obtiene su merecido conforme han actuado las obras de sus manos. Para que Dios escuche nuestros ruegos necesitamos ser sinceros y apreciar todo cuanto Él hace por nosotros.
Cada vez que sintamos que Dios responde a nuestras peticiones podemos recurrir a este Salmo 28, ya que en él David bendice a Dios por oírlo. Todas las cualidades del poder de nuestro Señor son enaltecidas. Dios es nuestra fortaleza y nuestro escudo, así como también lo fue para David.
Solo basta confiar en Dios y sentir de antemano gozo en nuestros corazones, porque nuestro Señor es refugio y no pasarán ninguno de nuestros ruegos sin ser atendidos.
Excluir a Dios de nuestras vidas es similar a estar en un hoyo y jamás podría compararse con la gratificación de compartir con Él en su lugar Santo. Es necesario alejarse de los inicuos y reforzar en todo momento nuestra relación con Dios.