1
Dios compadécete de mí, de acuerdo a tu piedad;
Olvida mis errores porque eres indulgente.
2
Limpia mi inmoralidad
y perdona mi pecados.
3
Porque admito mis errores,
Y siempre tengo presente mis faltas.
4
He errado contra ti,
y he mostrado mi maldad ante ti,
por eso tu juicio imparcial
porque creo en tu palabra.
5
Desde el mismo día que nací soy culpable,
y vivía en pecado cuando me estaba gestando mi madre.
6
Tú quieres un corazón sincero,
Y me enseñas el verdadero conocimiento.
7
Bendíceme con aspersorio, y volveré a ser justo;
Límpiame y volveré seré más blanco que la misma nieve.
8
Que la felicidad y alegría llegue a mi vida,
y los mismos huesos rotos se congratularán.
9
Esconde tu rostro de mis pecados
y borra todas mis maldades.
10
Quita de tu mirada mis pecados,
y elimina mi malas obras de tu vida.
11
Dios confía en mí, con tu corazón puro
y reconstruye tu confianza en mi alma.
12
Que la felicidad de la salvación vuelva a mí,
Y que tu alma sea el soporte de mi vida.
13
Marcaré el buen camino a los pecadores,
y volverán fieles a tu camino.
14
Libérame de la misma muerte,
Dios eres mi esperanza;
Con voz alta cantaré la justicia de tu palabra.
15
Mi Señor, mi boca está abierta,
y cantaré canciones en tu honor,
16
No aceptas mis sacrificios;
Ni admites mis ofrendas.
17
Las ofrendas a Dios son por las penas de su alma;
Cuando su corazón fue herido .
18
Que tu justicia llegue a Sion;
Están reconstruyendo las murallas de Jerusalén.
19
Te ofreceremos vacas en tu altar,
Para que las ofrendas hagan realidad tu justicia.
El salmo 51 muestra como David se arrepiente
En el Salmo 51 el Rey David nos recuerda la relevancia que tiene el arrepentimiento, sobre todo para los verdaderos cristianos. No tiene sentido fingir un falso arrepentimiento, sólo para que Dios voltee su rostro hacia nosotros, ya que Él conoce nuestras verdaderas intenciones.
David sabía que no podía esconder sus pecados delante de Dios. Ya él había transgredido dos de los mandamientos dados por Dios, el mandamiento que prohíbe ser adúlteros y aquel que dice: “No matarás”.
David había cometido estas atrocidades, y para obtener perdón llama a Dios resaltando lo infinito de su misericordia. El salmista pide que sus transgresiones sean borradas, ya que él no podía encontrar paz.
El Salmista está consciente del mal que ha causado, y lo grave de sus acciones, por ello siente que el pecado está en frente de él, es decir, le atormenta, no lo puede olvidar, y sólo Dios puede ayudarlo.
Este sentimiento de arrepentimiento es el que lleva a David, en este Salmo 51, a pedirle a Dios que borre sus pecados y que, incluso, cree un corazón y un espíritu puro.
El Rey David siente mucha culpa y le pide a su Padre, Dios, que lave su culpa. Asimismo, nosotros hoy día debemos pedir a Dios. Debemos ser conscientes, al igual que David, que no podemos ocultar nuestras transgresiones a Dios, porque Él todo lo ve y todo lo conoce, pues Él mismo nos ha creado, así como a la tierra, y Dios conoce todo cuanto acontece bajo el sol, inclusive en las profundidades de nuestro corazón.
Si algo es imprescindible para obtener la gracia divina es recurrir a la confesión y demostrar verdadero arrepentimiento, de forma que podamos también disfrutar la paz que proporciona un corazón sin manchas.
Cuando sintamos que no podamos cargar más con nuestros errores, debemos recordar la inmensa misericordia de nuestro Señor y acudir a este Salmo 51 para comprender mejor lo necesario que es el arrepentimiento.